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Valverda una historia de terror

Valverda una historia de terror para dormir plácidamente

Valverda una historia de terror para dormir plácidamente. Todo comenzó con una conversación casual en un café de la ciudad. Marta, siempre en busca de historias inusuales para su próximo proyecto fotográfico, estaba hablando con un amigo sobre lugares remotos y poco explorados.

Él mencionó un pueblo llamado «Valverda», ubicado en un valle rodeado de montañas impenetrables. Según le contó, el lugar tenía fama de ser extraño: los habitantes vivían en un silencio casi absoluto, y había rumores de que algo sobrenatural acechaba a quienes rompían esa quietud.

Intrigada, Marta decidió investigar más. Durante días, navegó por internet en busca de referencias al pueblo. Encontró varios testimonios dispersos en foros de fenómenos paranormales. Uno de ellos destacaba especialmente: una mujer decía que, años atrás, había visitado Valverda con su familia.

Valverda: El origen

Mientras caminaban por un sendero solitario, su hermano menor gritó emocionado hacia el bosque. Lo que ocurrió después fue inexplicable. Según ella, escucharon un eco distorsionado que no correspondía a la voz de su hermano.

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Más tarde, él comenzó a comportarse de manera extraña, como si algo lo estuviera controlando. Nunca regresaron al pueblo. Otros relatos eran igualmente inquietantes. Un hombre afirmaba que su tío había desaparecido sin dejar rastro después de visitar Valverda.Valverda una historia de terror

Otro mencionaba que, durante una expedición al bosque cercano, uno de sus compañeros comenzó a hablar solo en un idioma desconocido antes de desvanecerse frente a sus ojos. Lo que más impactó a Marta fue una fotografía borrosa compartida en uno de esos foros.

Mostraba una figura oscura parcialmente oculta entre los árboles. La imagen tenía algo hipnótico, como si mirarla demasiado tiempo pudiera arrastrarte hacia ella. Aunque algunos podrían haber descartado estas historias como invenciones, Marta sintió una curiosidad insaciable.

Decidió que este sería el tema perfecto para su próximo documental: un viaje al corazón de un misterio que parecía tan antiguo como el propio pueblo. Armada con cámaras, equipo de grabación y un cuaderno lleno de preguntas, se preparó para adentrarse en Valverda.

Por qué Marta decide ir al pueblo

Marta sabía que no podía simplemente aparecer en Valverda sin una razón sólida. Como fotógrafa independiente, necesitaba justificar su viaje tanto para sí misma como para posibles inversores interesados en su proyecto. Así que comenzó a construir una narrativa cuidadosamente diseñada.

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Primero, escribió un breve ensayo titulado «El Silencio Absoluto: Explorando el Misterio de Valverda». En él, describía cómo el pueblo había capturado su atención debido a su aislamiento geográfico y las historias locales sobre fenómenos inexplicables.

Subrayó que quería documentar no solo el paisaje, sino también la vida cotidiana de sus habitantes y las tradiciones que mantenían viva su cultura. Además, incluyó fragmentos de los testimonios que había encontrado en línea, presentándolos como ejemplos de cómo el folclore podía influir en la percepción de un lugar.

También contactó a varios expertos en folklore y antropología cultural, pidiéndoles entrevistas para contextualizar su investigación. Aunque muchos se mostraron escépticos, algunos aceptaron colaborar, intrigados por la rareza del caso.

Finalmente, Marta publicó un video teaser en sus redes sociales. En él, mostraba imágenes de paisajes montañosos acompañadas de una narración en voz baja donde explicaba su intención de explorar «el lado invisible de la realidad».

Terminaba con una pregunta retórica: «¿Qué secretos guarda el silencio?» El video generó cientos de comentarios, algunos entusiastas y otros advertidos sobre los riesgos de adentrarse en territorios desconocidos.

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Con todo listo, Marta partió hacia Valverda. Su motivación era clara: quería demostrar que detrás de cada leyenda había una historia real, una conexión humana que merecía ser contada. Pero también sentía algo más profundo, una mezcla de emoción y nerviosismo que no podía explicar. Tal vez fuera la adrenalina de enfrentarse a lo desconocido, o tal vez fuera una premonición que aún no alcanzaba a comprender.

Lo que Marta experimenta en el pueblo

Al llegar a Valverda, Marta notó de inmediato la atmósfera opresiva que envolvía el lugar. El aire parecía más denso, como si resistiera cualquier intento de movimiento. Los habitantes la recibieron con cortesía, pero había algo en sus miradas que la incomodaba: una mezcla de precaución y resignación, como si supieran algo que preferían no compartir.

Marta comenzó a explorar el pueblo con su cámara en mano. Capturó imágenes de las casas de piedra oscura, los caminos empedrados cubiertos de musgo y los rostros arrugados de los ancianos que observaban desde sus puertas.

Sin embargo, pronto notó algo extraño: cuando intentaba grabar audio, el micrófono solo recogía estática. Era como si el sonido mismo estuviera prohibido en ese lugar. Una tarde, mientras caminaba por un sendero solitario cerca del bosque, Marta sintió una presión creciente en el pecho.

El silencio era abrumador, casi tangible. Para romperlo, dejó escapar un grito agudo hacia el vacío. Y entonces llegó el eco. No era un eco normal. Su voz sonaba distorsionada, como si proviniera de otra dimensión. Entre las reverberaciones, escuchó claramente dos palabras pronunciadas con una voz que no era la suya: «Estoy aquí».

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Marta se quedó paralizada. Miró a su alrededor, pero no había nadie. Solo el bosque, inmóvil y hostil. Intentó convencerse de que era producto de su imaginación, tal vez causado por el cansancio o el estrés. Pero esa noche, cuando regresó a su habitación, comenzaron los fenómenos.

Primero fue un susurro casi imperceptible que parecía provenir de las paredes. Luego, sombras que se movían rápido por el rabillo del ojo. Finalmente, el eco regresó, esta vez dentro de su cabeza:
«Ya estoy contigo».

El encuentro con el personaje débil poseído

A la mañana siguiente, Marta decidió confrontar a los aldeanos. Necesitaba respuestas, pero ellos se mostraron reacios a hablar. Fue entonces cuando conoció a Lucas, un joven callado que parecía diferente al resto. Vestía ropa desgastada y tenía una mirada perdida, como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar.

Lucas se acercó a ella mientras tomaba fotos en la plaza del pueblo. Con voz temblorosa, le dijo que sabía lo que le estaba pasando. Explicó que él también había escuchado el eco años atrás, pero que algo había cambiado desde entonces. No entró en detalles, pero insistió en que debían hablar en privado.

Marta dudó al principio, pero algo en su tono la hizo confiar. Decidió seguirlo hasta el límite del bosque, donde Lucas aseguraba que podrían hablar sin ser escuchados. Mientras caminaban, él le contó que el eco no era un simple fenómeno natural.

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Era una entidad que buscaba reemplazar a aquellos que lo escuchaban. Alguien debía ocupar su lugar para que la criatura pudiera liberarse. Marta sintió un escalofrío, pero todavía no veía el peligro. Pensó que Lucas solo estaba asustado, tal vez afectado por las mismas historias que ella había investigado.

Sin embargo, algo en su comportamiento comenzó a cambiar. Sus movimientos se volvieron más bruscos, y su voz adoptó un tono más profundo y distorsionado. Fue entonces cuando Marta notó que sus llaves del auto habían desaparecido. También su teléfono. Intentó retroceder, pero Lucas la detuvo con calma, asegurándole que no había nada que temer. Le dijo que debían seguir adelante, que encontrarían respuestas juntos.

Marta accede sin ver el peligro

A pesar de las señales de advertencia, Marta decidió confiar en Lucas. Tal vez fuera porque se sentía identificada con su vulnerabilidad, o quizás porque su propia curiosidad superaba cualquier instinto de precaución.

Después de todo, había venido a Valverda precisamente para explorar lo desconocido. Si Lucas conocía algo más sobre el eco, pensó que valía la pena arriesgarse. Mientras caminaban más profundamente hacia el bosque, Marta comenzó a notar pequeñas anomalías.

Las ramas de los árboles parecían moverse incluso cuando no había viento. El suelo bajo sus pies crujía de manera extraña, como si estuvieran caminando sobre algo hueco. Incluso el aire olía diferente, cargado de un aroma metálico que le revolvía el estómago.

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Lucas, por su parte, se volvía cada vez más inquieto. Hablaba en susurros, repitiendo frases incomprensibles que parecían dirigidas a alguien más. En un momento, Marta intentó preguntarle directamente qué estaba pasando, pero él simplemente sonrió de manera enigmática y dijo: «Pronto lo entenderás».

Aunque Marta sentía una creciente sensación de incomodidad, no lograba reunir la fuerza para alejarse. Era como si algo la estuviera atrayendo hacia adelante, una fuerza invisible que anulaba su voluntad. Cuando finalmente se dio cuenta de que estaba siendo manipulada, ya era demasiado tarde.

Eventos extraños durante la caminata

Mientras avanzaban por el bosque, Marta comenzó a perder cosas de manera inexplicable. Primero fueron las llaves de su auto, luego su cuaderno de notas. Intentó buscarlas, pero Lucas la instó a continuar, diciendo que no importaba, que ya no las necesitaría.

Cada vez que Marta protestaba, él respondía con una calma inquietante, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo. Las perturbaciones no terminaron ahí. De repente, el terreno bajo sus pies cambió.

Lo que antes era tierra firme ahora parecía húmedo y resbaladizo, como si estuvieran caminando sobre barro. Pero cuando Marta bajó la vista, no vio nada más que hojas secas y raíces retorcidas. El aire se volvió más denso, dificultando la respiración.

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Marta intentó hablar, pero las palabras apenas salían de su boca. Era como si el bosque mismo estuviera absorbiendo su energía, dejándola débil y desorientada. A su alrededor, las sombras de los árboles parecían alargarse, formando figuras que se movían lentamente hacia ellos.

En un momento dado, Marta escuchó un sonido familiar: el eco. Esta vez no era solo su voz, sino una cacofonía de murmullos que resonaban en su mente. Lucas se detuvo y levantó la cabeza, como si estuviera escuchando algo que ella no podía oír.

Su expresión cambió drásticamente: sus ojos se oscurecieron, y su cuerpo se tensó. Fue entonces cuando Marta comprendió que Lucas ya no era él mismo. Lo que sea que lo poseyera había tomado completamente el control.

Marta cae en la trampa

Cuando Marta finalmente entendió que Lucas no era quien decía ser, ya era demasiado tarde. Intentó retroceder, pero sus piernas no respondieron. Era como si algo la hubiera paralizado, impidiéndole moverse. Su mente luchaba contra una fuerza invisible que la dominaba, haciéndole imposible tomar decisiones claras.

Lucas, o lo que quedaba de él, la miró con una sonrisa torcida. Su voz ahora era completamente diferente, más profunda y resonante. Le dijo que no había escapatoria, que ella había sido elegida. Marta trató de protestar, de razonar, pero las palabras apenas salían de su boca.

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Sentía cómo su voluntad se desvanecía, reemplazada por una sensación de resignación que no podía explicar. Mientras seguían avanzando, Marta notó que el bosque se transformaba. Los árboles parecían inclinarse hacia ellos, como si quisieran cerrarles el paso.

El suelo bajo sus pies se volvió más irregular, lleno de raíces que parecían manos extendidas tratando de atraparla. Intentó liberarse, pero cada vez que lo hacía, algo tiraba de ella hacia adelante. Fue entonces cuando recordó las advertencias que había leído en los testimonios: nunca confíes en alguien que actúe de manera extraña después de escuchar el eco. Pero ya era tarde. Marta se dio cuenta de que había caído en una trampa diseñada específicamente para ella.

El enfrentamiento inevitable

Marta intentó defenderse cuando Lucas finalmente reveló sus verdaderas intenciones. Él la condujo a un claro en el bosque donde había un pozo antiguo, cubierto de musgo y raíces. Le dijo que este era el lugar donde todo había comenzado, donde él mismo había sido «invitado» a ocupar un lugar especial. Marta, horrorizada, intentó resistirse, pero su cuerpo no respondía. Era como si una fuerza invisible la estuviera obligando a acercarse.

Lucas la sujetó con una fuerza sorprendente, susurrando palabras que ella no podía entender. Marta luchó con todas sus fuerzas, pero cada movimiento que hacía parecía consumir más de su energía. Sentía cómo algo la envolvía, como si el aire mismo se solidificara a su alrededor.

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Finalmente, exhausta y desesperada, Marta perdió el conocimiento. Antes de desmayarse, alcanzó a ver una figura oscura emergiendo del pozo, extendiendo sus brazos hacia ella. Todo a su alrededor se volvió negro.

El destino final

Cuando Marta despertó, no estaba segura de dónde se encontraba. Todo a su alrededor parecía distorsionado, como si estuviera viendo el mundo a través de un vidrio empañado. El aire era pesado, casi tangible, y los sonidos a su alrededor eran irreconocibles: murmullos, ecos distantes y un zumbido constante que parecía provenir de todas direcciones.

Intentó moverse, pero su cuerpo no respondía. Era como si estuviera atrapada en un estado entre la vigilia y el sueño, incapaz de actuar, pero plenamente consciente. Frente a ella, el pozo antiguo seguía allí, ahora cubierto por una niebla densa que parecía respirar. Las raíces que lo rodeaban se retorcían lentamente, como si estuvieran vivas.

De repente, escuchó pasos. Alguien —o algo— se acercaba. Una figura emergió de la niebla, pero Marta no pudo distinguir su rostro. Solo sabía que la estaba observando. Quiso gritar, pero ningún sonido salió de su garganta. En cambio, las palabras resonaron dentro de su mente: «Es tu turno.»

Antes de que pudiera comprender lo que significaba, la figura extendió una mano hacia ella. Marta sintió cómo algo la jalaba hacia el pozo, pero no podía ver qué era. Su visión comenzó a oscurecerse, y justo cuando pensó que todo terminaría, escuchó una voz familiar. Era Lucas, pero sonaba diferente, como si estuviera muy lejos. Él susurró: «Ahora tú eres parte de ello.» Y entonces, silencio.

El ciclo

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Días después, un grupo de turistas llegó al pueblo de Valverda. Uno de ellos, un joven fotógrafo llamado Daniel, decidió explorar el bosque en busca de inspiración. Mientras caminaba, escuchó un eco extraño que parecía venir de todas partes.

Era una voz femenina, débil pero clara, que repetía una sola frase: «No vayas más allá.» Daniel se detuvo, confundido. Miró a su alrededor, pero no había nadie. Solo el bosque, inmóvil y hostil. Sin embargo, algo lo impulsaba a seguir adelante.

Sentía una curiosidad irresistible, como si algo lo estuviera llamando. Mientras avanzaba, encontró una cámara abandonada en el suelo. Al revisarla, descubrió que contenía fotografías de paisajes sombríos y una serie de selfies de una mujer desconocida.

En la última imagen, capturada desde un ángulo extraño, se veía claramente una figura oscura parada detrás de ella, observándola. El eco volvió a resonar, esta vez más fuerte: «Ven por mí.» Daniel miró hacia el horizonte. A lo lejos, entre los árboles, creyó ver una figura que lo esperaba. Dudó por un momento, pero luego, sin poder evitarlo, comenzó a caminar hacia ella.

El ciclo continuaba.

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